2 jul 2010

NUNCA ES TARDE PARA BEBER DE LA FUENTE DEL SABER....DIGNO EJEMPLO PARA NUESTRA JUVENTUD DOM...CUANDO SE QUIERE...SE PUEDE..ALEJANDRINA LANTIGUA...



Soy pobre. Lo único que tengo es mi dignidad. Y no permito que nadie la pisotee porque me he pasado toda la vida tratando de ser una mujer honesta.

Las palabras salen fluidas de los labios de Alejandrina Lantigua Pérez, sentada en un mueble de la sala de su casa, estrecha y decorada con la bandera de la República, cuadros de reconocimiento de varios centros educativos y fotografías de humanos ejemplares (Juan Pablo II, Narciso González y Gregorio García Castro).

A pocos metros están las aguas del río Ozama y, en todos los alrededores, cientos de familias pobres de los barrios Simón Bolívar y Capotillo.

La mujer de 68 años está emocionada porque su condición de estudiante meritoria ha motivado a jóvenes dominicanos radicados en el país y en el extranjero. Pero, más aún, porque la perseverancia, el respeto a los demás, la solidaridad, la disciplina, el amor y los demás valores que ha cultivado durante cada día y cada noche de su existencia, todavía mueven el corazón del pueblo dominicano. Su teléfono no deja de timbrar.

“Mi abuela firmaba con tres cruces, porque no sabía escribir. Me puso en la escuela para que yo aprendiera a firmar con mi nombre. Cuando llegué a tercero, le pidió a un vecino que leyera en voz alta algo de mi cuaderno. El vecino leyó: Alejandrina. Y entonces mi abuela me sacó de la escuela”, cuenta Lantigua Pérez mientras recuerda su infancia en la comunidad de Sabaneta, La Vega, y la frustración que sintió cuando su abuelita la retiró de las aulas.

La muchacha que había sido reconocida por los maestros de la escuela rural Portón, por su agilidad mental y facilidades expresivas, dejó el lápiz y los libros para tomar la plancha y el cepillo de lavar.

En 1965, “cuando la Revolución”, ya vivía en la parte norte de la capital. Y era una trabajadora enamorada. Dentro de su único matrimonio procreó cinco hijos que la enorgullecen: Leonardo Miguel, Alberto, Carlos Francisco, Ubaldo Enrique y Hamlet Adonis (en honor al ex guerrillero Hamlet Hermann). A ellos trató de darles la oportunidad de estudio que nunca tuvo. Con los ingresos justos para sobrevivir consiguió hacer de cada niño un hombre de trabajo.

Camino al sueño
Como Alejandrina Lantigua Pérez ni siquiera tenía acta de nacimiento cuando se mudó a Santo Domingo, sus planes de reingresar al sistema educativo se desvanecían poco a poco. Pero eso sí, la ama de casa se involucró en todas las actividades comunitarias del Simón Bolívar, se convirtió en catequista junto a los misioneros de La Salle y se integró a la Pastoral Social de la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

“Soy hechura de La Salle, de la Iglesia y del trabajo comunitario. Ahí forjé mis principios y me hice una persona crítica”, dice mientras señala con su mano derecha la calle peatonal del frente de su casa, construida por una organización sin fines de lucro, bajo la gestión de la comunidad.

Recuerda que fue el párroco Cecilio De los Santos Sánchez quien la motivó a reinscribirse en la escuela, a la edad de 50 años. Ya los compañeros del grupo Juan Pablo II, de la Pastoral Social, la señalaban como una profesional de la palabra, por su manera de expresarse y resolver problemas. Otras motivaciones se acumularon, resalta, hasta que tomó la decisión de inscribirse en las clases primarias de Radio Santa María.

Así, “todas las noches encendía el radio y hacía los ejercicios. Los fines de semana eran para mostrar en la emisora los conocimientos adquiridos”. Pero no todo ha sido apoyo y buenos caminos para la vegana que se quedó huérfana a los 10 años.

“Estudiar a esta edad me ha sido cuesta arriba. Mucha gente, incluidos compañeros de curso, me han dicho: ¿Y para dónde va una vieja como tú, Alejandrina? Eso me hería en lo más profundo de mi alma, en lo más profundo de mi ser. Cuando me dicen así es como si me dijeran: ¡Muérete! Pero yo sé que estoy viva, y lo que tengo aquí (en la cabeza) y aquí (en el corazón) no tiene límites”, dice Lantigua Pérez. En sus ojos se desborda la humedad.

Conmovida por los recuerdos, agrega que acumuló honores hasta el octavo curso. Luego un amigo de la Junta Central Electoral la orientó para que consiguiera el acta de nacimiento. Documento en mano, tocó las puertas del maestro Toribio Suárez Franco, director del liceo nocturno Pedro Henríquez Ureña, y entró por la puerta grande al bachillerato.

Hoy, cuatro años después, toma el último examen de las Pruebas Nacionales en la escuela Colombia del sector Simón Bolívar. Cuando termine tiene que prepararse para entrar, con una beca, a la Universidad de la Tercera Edad (UTE), donde espera convertirse en abogada.

“En la educación está todo. Ningún país se puede desarrollar si no tiene buena educación. El que quiere construir una casa primero tiene que preparar una buena zapata. Por eso yo siempre he querido estudiar”, razona. A su lado están sus hijos, su maestro, su tía, y un compañero de ideales. Todos la respaldan con el silencio y la atención.

EJEMPLO PARA LAS NUEVAS GENERACIONES
La Universidad de la Tercera Edad (UTE) entregó ayer una beca de estudios a Alejandrina Lantigua Pérez, la bachiller de 68 años que anhela ser licenciada en Derecho.

Alejandrina cursó el bachillerato con los RD$2,000 que su tía María del Carmen Suárez (Carmela) le da mensualmente por ayudarla en los quehaceres de su casa. Tiene que estudiar en medio del ruido de los colmados y colmadones del Simón Bolívar, y habita, desde hace 40 años, a pocos metros del río Ozama. La publicación de su historia en el LISTÍN DIARIO ha servido de motivación a cientos de dominicanos y dominicanas radicados en diferentes partes del mundo.

COLABORADOR...LISTIN DIARIO.COM

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